Una nueva norma en el fútbol estadounidense impedirá a los menores de 11 años usar la parte superior de su cuerpo para golpear la pelota. La justificación es evitar las contusiones cerebrales, tras la alarma lanzada por un grupo de padres en 2014.
El reglamento del fútbol establece que, con la consabida excepción de los porteros, para entrar en contacto con la pelota se puede utilizar cualquier parte del cuerpo que no sean los brazos. Lo más habitual son los pies, pero también son válidas otras zonas las rodillas, el pecho, los hombros, o, por supuesto, la cabeza. No son pocos los delanteros, de hecho, que han hecho de los testarazos su seña de identidad, ni los partidos importantes que se han decidido con la parte más elevada de la anatomía.
Esto podría cambiar si se extiende la iniciativa que ha adoptado la Federación Estadounidense de Fútbol, o Soccer, como dicen por allí. El pasado lunes 9 de noviembre el organismo que regula el fútbol gringo decidió que los cabezazos quedarán totalmente prohibidos en partidos de niños de menos de 10 años, y que su uso deberá limitarse lo máximo posible entre los 11 y los 13.
El argumento principal para justificar tan controvertida medida es sanitario. Numerosos estudios médicos relacionan los remates de cabeza con las conmociones cerebrales, accidentes en los que este órgano recibe una sacudida repentina que puede llevar a la pérdida de conciencia temporal y ocasionar daños neuronales en los lóbulos frontales.
Por ejemplo, en 2013 el Centro de Estudios Sanitarios de la Universidad de Texas midió estos efectos en en chicas de instituto, de entre 15 y 18 años, que llevaban unos ocho años jugando. Un grupo de alumnas realizó un entrenamiento basado en cabeceos, y otro completó una práctica excluyendo esa actividad concreta; posteriormente, se las sometió a un examen de destrezas básicas, atención, memoria, anticipación de metas y formación de planes, y las que habían usado su cabeza para golpear la pelota obtuvieron unos resultados mucho peores. Aun así, los investigadores reconocen que no hay datos concluyentes todavía sobre los efectos a largo plazo.
Hay que tener en cuenta que un balón de fútbol de tamaño reglamentario (usado a partir de los 14 años) es una esfera de cuero o materiales sintéticos, de unos 70 centímetros de circunferencia, con un peso de en torno a 400 gramos, relleno de aire comprimido a presión. En función de la velocidad a la que llegue la pelota (no es raro que supere los 80 kilómetros por hora), la fuerza que puede ejercer sobre la cabeza oscila entre los 200 y los 1.200 newtons, tal como indica el doctor William E. Garrett en su libro "Medicina del fútbol" (2005): esto equivale al peso que ejerce una masa de unos 120 kilos en gravedad normal. Los balones que usan los niños son ligeramente menores y menos pesados.
Con todos estos datos, una asociación de padres presentó una demanda en agosto de 2014 alegando que 50.000 chicos al año en todo Estados Unidos sufrieron conmociones cerebrales debidas al fútbol. La Federación se ha anticipado al posible fallo judicial adoptando esta medida, que será obligatoria para todo el fútbol que dependa directamente de ellos. Es decir, las academias de los clubes oficiales de la MLS y las categorías juveniles de la selección nacional. Para el resto de competiciones, se trata simplemente de recomendaciones.
El abogado de los demandantes, Steve Barman, ha celebrado esta decisión como una "tremenda victoria que beneficiará a millones de jóvenes jugadores a lo largo y ancho del país". Añadió que están "orgullosos de haber contribuido a traer estas medidas de seguridad tan sensatas al juego".
La regulación va incluso más allá. Durante los próximos 30 días se evaluará la forma de legislar una variación en el sistema de sustituciones, para permitir que se reemplace al jugador que se lleve un impacto en la cabeza. A día de hoy las reglas internacionales autorizan sólo tres cambios en partidos oficiales, sin posibilidad de un cambio temporal para permitir que los médicos examinen más atentamente una posible lesión. A corto plazo sólo Estados Unidos se ha implicado seriamente en este tema, pero médicos y padres confían en que el ejemplo cunda y la FIFA tome cartas en el asunto.